Escritos políticos de Martín Heidegger [ 1933-1946 Publicado en 2006 © ]
INTRODUCCIÓN
Ver
Heidegger “el último cerebro de la era agraria”; Una aproximación desde Sloterdijk
Introducción
1.-
En estos discurso puede estar la clave “teórica” del compromiso de Martín Heidegger con el III Reich, compromiso político-académico que le hace prestarle su voz al Nacionalsocialismo como único proyecto cultural para el resurgimiento de Alemania.
El III Reich como “obra de arte” tendrá en la alocución de Heidegger del 23 de noviembre de 1933 su aclaración política. “El arte sólo llega al gran estilo cuando incluye totalmente la existencia del pueblo en la marca típica de su esencia”. De esta forma, la constitución del Estado aparecerá como una obra de arte.
Y ante los estudiantes de Tubinga, el 30 de noviembre de 1933, Heidegger describía el proceso de conquista de la nueva realidad, afirma Safranski, “como si se tratara del nacimiento de una obra de arte” porque quien “lucha” es como si estuviera “en el interior de una obra que surge”. El artista-ciudadano del Reich se transforma en “copropietario de la verdad del pueblo en su Estado”. De ahí el proyecto heideggeriano sobre “el campamento de la ciencia” al servicio del auténtico saber alemán; proyecto que se llevó a cabo durante los días 4 al 10 de octubre de 1933, al pie de la cabaña de Todtnauberg. De la Nota de trabajo en la que estoy me parece seria y ajena a las críticas ad hominem; me importa el caso Heidegger por el problema filosófico que conlleva. Y voy entendiendo que este filo de la navaja en donde aparecen como inextricables cultura y barbarie, hermenéutica y violencia, tiene en la esteticización del pensamiento una clave importante para entender ciertas analogías entre el renovador estilo cultural del nazismo y la experiencia artística de la política que hay en Heidegger en tanto, para definirla con Richard Wolin, “política del Ser”.
2.-Llamamiento internacional por la apertura de los Archivos Heidegger
Heidegger Wars, un introducción: Parafraseando a Nietzsche, podría perfectamente decirse que, desde diversos puntos de vista, Martin Heidegger ha sido, desde 1933, un campo de batalla más que un filósofo. La controversia sobre su relación con el NSDAP, el partido nacionalsocialista, y su admiración fanática por Adolf Hitler, aunque parezca reciente, es de vieja data: ya Herbert Marcuse, su antiguo asistente, en una fecha tan temprana como junio de 1934, en las páginas de la revista del “Institüt für Sozialforschung”, el Zentralorgan de la Escuela de Frankfurt, había escrito un punzante ensayo donde la ontología existencial de Heidegger se ubicaba naturalmente en la corriente antiliberal de la nueva derecha alemana. En Italia un consternado Benedetto Croce, que resistía dignamente al fascismo de Mussolini, en septiembre de 1933 concluía consternado: “…Finalmente, he leído por completo el discurso de asunción al rectorado de Heidegger, que es necio y al vez servil. No me admira el éxito que su filosofar tendrá durante un tiempo: lo vacío y lo general siempre tiene éxito, pero no produce nada. Creo que en la política no podrá tener ningún efecto; pero deshonra a la filosofía, y eso es una lástima también para la política, por lo menos, para la futura…”. En Francia ya en 1933 el filósofo personnaliste Arnaud Dandieu había notado la afinidad esencial entre el nacionalsocialismo y el pensamiento de Heidegger en la “Revue d’Allemagne”; Paul Nizan arremetía contra el fino pornógrafo André Malraux por su filosofía oculta reaccionaria en su novela “La Condition Humaine” (1933), Prix Goncourt, derivada ingenua y acríticamente de “Ser y Tiempo”; en 1936 la “Nouvelle Revue Theologique” publicaba una recensión con la firma de Henri Thielemons en la cual se exponía los elementos comunes entre la filosofía de Heidegger y la “métaphysique du Nazisme”; en 1938 el filósofo Jean Wahl, que luego en su condición de judío pasaría por los campos de la muerte, abría su course de filosofía expresando su indignación por la función pública de Heidegger en el IIIº Reich y su uso de la jerga existencial para imponer el “FührerPrinzip”. Georges Bataille, en un libro inconcluso, llamaba directamente por primera vez a Heidegger philosophe du fascism.
Habría que esperar la finalización de la Segunda Guerra Mundial, fines de 1944, gracias al trabajo de difusión paradójico de uno de los epígonos de Husserl y Heidegger en Francia, Jean Paul Sartre, quien en su revista “Les Temps Modernes”, re-lanzó el “Fall-Heidegger” y un poco más tarde, entre 1946 y 1947, publicó el seminal ensayo de Karl Löwith (otro antiguo discípulo), escrito en 1939, “Les implications politiques de la Philosophie de l’Existence chez Heidegger”, en el número 14 del mes de noviembre. Como respuesta, en el número de julio de 1947, le intentaron responder a Löwith, en lo que podría considerarse la primera defensa en regla de los heideggeriannes, dos filósofos, el belga A. de Waelhens, traductor del último Husserl y de Heidegger, y el franco-alemán Eric Weil, un antiguo alumno de Cassirer.
Un segundo momento se inició en 1953, con motivo de la re-edición de las lecciones de 1935: Einführung des Metaphysik, en las cuales las referencias originales a la verdad interna y grandeza del movimiento nacionalsocialista (“…inneren Warheit und Grosse das NS…”) fueron grotescamente intertextualizadas, por el mismo Heidegger, con paréntesis y aclaraciones justificatorias; en el escándalo posterior intervino con perplejidad y asombro un desconocido y joven doctorando en filosofía, Jürgen Habermas. Por primera vez, desde la “èpuration” de 1945, Heidegger se ve obligado a aparecer en público, contestando con una carta al diario Die Zeit, año 18, #39, del 24 de septiembre de 1953, titulada: Wie liest man 1953 Sätze von 1935?, las acusaciones de haber tergiversado la edición original de 1935.
La tercera estación se desató después de la publicación de una sucesión de libros que, poco a poco, profundizaban, tanto analítica como filológicamente, en la relación Heidegger-NS-Staat; en orden de aparición salieron a la luz: el injustamente olvidado libro documental de Guido Schneeberger (1962); un poco después, casi simultáneamente, el clásico ensayo de Theodor Adorno (1964) sobre la jerga de la autenticidad y el de A. Schwan (1965). El impacto sobre la opinión pública en Alemania fue de tal magnitud, superando incluso al escándalo de 1953, que obligó a Heidegger a romper su obligado ostracismo y otorgar a la revista “Der Spiegel” una larga y famosa entrevista meticulosamente planificada en 1966. Simultáneamente, en la revista parisina “Critique”, durante 1966 y 1967, se pone en práctica la primera defensa en línea de los heideggerianos franceses, encabezados por François Fédier, la mano derecha y discípulo del polémico antisemita, l’ambassadeur de Heidegger en France Jean Beaufret, donde se ataca histéricamente y en bloque, a los libros de Schneeberger, Adorno, Schwan e incluso un libro poco conocido, y nunca traducido al francés, de P. Hühnerfeld, In Sachen Heidegger. Versuch über deutsche Genie, editado en 1959. Al artículo de Fédier le contestaron, en el número de julio de 1967, Robert Minder, Jean Pierre Faye y Aimé Patri. Luego el debate sobre el “Fall-Heidegger” poco a poco decae, entra en un período de latencia y dormita casi una década, tanto en Alemania como en Francia.
La cuarta fase de la controversia la inauguran una serie de investigaciones que se inician con las sucesivas y decisivas pesquisas debidas al historiador friburgués Hugo Ott en 1983, el conocido libro de Victor Farías de 1987 y lo cierra las biografías menores del historiador revisionista Ernst Nolte en 1993 y Rüdiger Safranski en 1994. Hay que reconocer que fue gracias al “pathbreaking” del libro de Farías, que incorporó e hizo masivas las revelaciones terminantes de Ott que hasta ese momento solo habían aparecido publicadas en revistas institucionales y boletines locales de Freiburg, inaccesibles para el lector profano. Sería por medio de su trabajo archivista incansable que, por primera vez desde 1945, en el “Fall-Heidegger”, la cantidad de hechos, datos e informaciones se trastocarían en calidad. Este hecho dio como resultado que el carácter de la dedicación y el compromiso político total de Heidegger con el NSDAP primero, y con el NS-Staat después, se transformará en un hecho incontrastable, indiscutible y premisa de cualquier debate serio sobre el caso. La incompleta fuente de datos sobre el período 1930-1945 en la vida de Heidegger, muchas veces planificada, había permitido, antes del “corte epistemológico” de Ott en 1983, tanto a la hagiografía heideggeriana como al mismo Heidegger, salvar decorosamente la ropa sucia de su reputación profesional y clausurar todo intento de interconectar su filosofía con la política nacionalsocialista durante casi 30 años. La defensa del Meister sólo repetía, con variaciones personales, las muletillas, las deformaciones y las pequeñas omisiones del canon establecido por Heidegger en el interview de la revista “Der Spiegel”. Se podría decir, sin exagerar, que es a partir de Ott, y gracias su divulgación masiva vía Farías, que en el debate sobre el compromiso y la profundidad de la relación entre Heidegger y el NSDAP, se ha abierto paso la más importante cuestión filosófica: de cómo y de cuánto está implicada la ontología heideggeriana en la decisión política resuelta por el nacionalsocialismo. ¿Se puede extender este apoyo incondicional al NS-Staat, como acto filosófico, hasta el pensamiento primigenio de Heidegger, incluyendo su magnum opus trunca “Sein und Zeit”?.
La quinta y ¿última? batalla de la guerra ya ha comenzado. En 2005, Emmanuel Faye (el hijo del filósofo Jean-Pierre Faye, gran investigador de la ideología totalitaria) publica “Heidegger, l’introduction du nazisme dans la philosophie” (la introducción del nazismo en la filosofía). El libro cita textos desconocidos de Heidegger de los años veinte y se dedica a demostrar los vínculos del filósofo con pensadores racistas que soportaron después el nazismo como Ludwig Clauss, Erich Rothacker, Eugen Fischer o Alfred Baeumler. El libro hace hincapié en los seminarios del invierno 1933-34: Heidegger, como rector, utiliza sus conceptos filosóficos (entre otros, la diferencia entre el ser y el siendo) para analizar la relación entre el Führer y el pueblo alemán. Casi al filo de su salida a ventas el núcleo duro del heideggerianisme, encabezado por su figura más polémica François Fédier, decidió salir nuevamente en defensa del mítico Heidegger resistente al nazismo con una obra colectiva. Pero algo extraño sucedió. Los diarios Le Monde y Le Figaro están de acuerdo: Gallimard acaba de renunciar a publicar un libro sobre Heidegger después de mandar pruebas a varios periodistas y profesores. “Heidegger à plus forte raison”, proyectado libro colectivo editado por Fédier, llegó a tener reseñas en revistas de filosofía antes del verano. Ahora, Gallimard se llama al silencio y no responde a la prensa después de anunciar a Fédier la cancelación de la publicación. Pero se conoce muy bien el contexto de la génesis de la obra detenida antes de su llegada a las librerías. Es para responder a esta visión de la obra de Heidegger como un capítulo de la historia de la ideología nazi que se formó un Einsatzgruppen de diez personas alrededor de Fédier. Querían (la enésima vez) la tarea mitológica de “limpiar” al filósofo alemán de sus acusaciones, al explicar que sus compromisos imprescindibles para sobrevivir en su oficio no quitaron nada de rigor y amor al saber a su pensamiento. Según rumores, el libro fallido ponía en duda la calidad de las traducciones de Faye del alemán al francés. Es una acusación clásica de los debates sobre el nazismo de Heidegger (como el decir que los que lo relacionan con el nacionalsocialismo nunca lo han leído) pero es también una posibilidad de demanda judicial. Y, en especial en Europa, una posibilidad, indirecta, de otra demanda por “Négationnisme” (palabra francesa que designa el hecho de negar la existencia de la exterminación de los judíos por los nazis, un delito castigado por ley).
El texto que presentamos es una campaña internacional que busca la apertura democrática y sin filtros de los archivos de Heidegger. Se basa en una apelación lanzada originalmente en “Le Monde” el 5 de enero de 2006. Hemos traducido el documento completo, eliminando los pasajes específicos que se refieren al sistema educativo francés. La apelación se encuentra en el sitio web de la nueva revista alemana de filosofía on-line “Theologie.Geschichte” de la universidad de Saarbrück. (Nicolas González Varela).
Adolfo Vásquez Rocca Dr. en Filosofía
Apelación por la abertura de los Archivos Heidegger
Los llamados “Archivos Heidegger” se encuentran cerrados hasta el año 2026, a gran parte de los investigadores, ya que su hijo y albacea Hermann sólo concede autorización a aquellos que demuestren ser suficientemente confiables. Fue de esta manera que prohibieron el acceso a los archivos a Víctor Farías, autor en 1987 de un libro pionero sobre la relación entre Heidegger y el nazismo. Por lo tanto, la verdad sólo aparece muy lentamente. Ha sido necesario, por ejemplo, que hubiéramos reprochado a sus hijos el haber ocultado que Heidegger había votado por el partido nazi desde el año 1932 para que lo reconocieran públicamente mucho más tarde en una carta enviada al Frankfurter Allgemeine Zeitung el 15 de noviembre de 2005.
Nuevos elementos, sin embargo, son aportados por una antología de cartas con su esposa Elfride Petri. Esas cartas son abrumadoras. Se descubre en efecto la radicalidad del antisemitismo y del racismo que habita en Heidegger a partir de la década de 1910. He aquí lo que dice el 18 de octubre de 1916, en plena guerra, a la entonces su novia: “El ‘enjudiamiento’ de nuestra cultura y de las universidades es en efecto espantoso y pienso que la Raza alemana debería encontrar suficientemente una fuerza interior para llegar a la cumbre” („Die Verjudung unsrer Kultur u. Universitäten ist allerdings schreckerregend u. ich meine die deutsche Rasse sollte noch soviel innere Kraft aufbringen um in die Höhe zu kommen.“ „Mein liebes Seelchen !“ Briefe Martin Heideggers an seine Frau Elfride 1915-1970, hg. von Gertrude Heidegger, Munich, 2005, p.51). Para que la Rasse alemana llegue a la cumbre necesita un Líder, un Caudillo (Führer). A este respecto, muy pronto, Heidegger decidió tomar partido: en su carta del 17 de octubre de 1918, deplora “la pérdida completa de objetivo y el vacío” en “la vida y la constitución del Estado” alemán y concluye: “yo reconozco cada vez de manera más urgente la necesidad de un Caudillo (Führer)”.
Por otra parte la leyenda de un Heidegger apolítico es barrida por las pruebas presentadas en esta correspondencia. En una carta del 2 de octubre de 1930, comentando un juicio a tres oficiales del Reichswehr (el ejército de la República de Weimar) acusados de alta traición por formar una célula nazi, Heidegger le confiesa a Elfride que posee ya el último ejemplar del diario nazi oficial, el “Völkischer Beobachter, Diario de combate del Movimiento Nacionalsocialista de la Gran Alemania” y que se alegra que “el proceso de Leipzig parece que finalmente caerá sobre los famosos acusadores”. Es pues de un diario nazi de propaganda en el cual Heidegger confía para informarse de la actualidad política y comentarla. Si Heidegger critica, coincidiendo con el incondicional filósofo nazi Alfred Baeumler al que menciona en muchas cartas de este período, el nivel cultural de los nacionalsocialistas y su prensa, no es obstáculo para que destaque que “el Movimiento tiene su misión” (carta del 18 de julio de 1932).
El antisemitismo profundo de Heidegger se puede ver también en sus reflexiones sobre Karl Jaspers y sobre el afecto profundo que siente éste por su mujer, una judía. “Me enfurece ver cómo puede este hombre, puramente alemán, con el instinto más auténtico y que percibe la más alta exigencia de nuestro Destino […] seguir vinculado a su mujer”. “Es en su relación original con los Griegos”, prosigue a Heidegger, “que la metafísica del Dasein alemán podrá convertirse en activa”, y “Jaspers piensa demasiado indudablemente en función de la humanidad” (carta del 19 de marzo de 1933). En resumidas cuentas, Heidegger querría que el Dasein alemán renunciara a todo pensamiento sobre la humanidad como tal y eliminara todo vínculo con los judíos, para estar vinculado exclusivamente a una Grecia mythifiée.
También se revelan en qué términos Heidegger realiza comentarios sobre la Segunda Guerra Mundial: el 18 de mayo de 1940, en el mismo momento que las tropas panzer del IIIº Reich se despliegan sobre Holanda, Bélgica y Francia, Heidegger se congratula de que los alemanes conciban “la soberanía total de la Técnica” de manera muy diferente que en 1917, y no duda en hablar de la “legalidad interior de la tecnificación incondicionada de la guerra” ¡Distamos mucho de sus discursos después de 1945 sobre el carácter errante de la Técnica planetaria asimilada al nihilismo!
Ahora bien las observaciones antisemitas y racistas de Heidegger tienen asimismo repercusión en la misma obra. Las fórmulas de 1916 citadas más arriba sobre el “enjudiamiento” (Verjudung) y sobre la raza alemana constituyen, en efecto, el esbozo de un programa de dominación racial que expondrá una quincena de años más tarde en sus cursos de filosofía, mientras Hitler se mantiene en el poder. Habla entonces de “explotar con profundidad las posibilidades fundamentales de la Esencia de las raíces originalmente germánicas y conducirlas hasta la dominación” (Gesamtausgabe, t.36/37, p.89). Mientras tanto se dedicó en su curso del semestre de verano 1927 a destruir el concepto de género humano, proponiendo traducir el genos griego por las palabras “raza, linaje” y hablando en adelante con el plural “orígenes”. El mismo año afirma en “Ser y Tiempo” que el Dasein auténtico debe ser entendido como Comunidad (Gemeinschaft), como Pueblo, y que éste debe elegir él mismo “a su Héroe” con el fin de “volverse libre para la continuación del combate”. Y a partir del invierno 1929-30, en el curso titulado los “Conceptos fundamentales de la Metafísica”, donde desafía a lo que nombra como “el embrollo político” de la Alemania de Weimar y llama a “ser duros”, abandona la cuestión “¿Qué es el hombre?” por la de “¿Quiénes somos Nosotros?”. En 1933-34, precisa en sus cursos que el “Nosotros” sólo designa al pueblo alemán, sólo él puede tener aún un “Destino”. También en dicha fecha aclara en un seminario que lo que designa como “Salud del Pueblo”, se refiere a “la unidad de Sangre y Origen” y a la “Raza”.
Si nos referimos al conjunto de los textos citados más arriba, es extremadamente preocupante ver que tanto “Ser y Tiempo” como los dos cursos de los años 1927 y 1929-30, han sido incluidos por primera vez en el programa de la Agrégation en filosofía en Francia. ¿Era necesario endilgar a la Universidad francesa tal carga? ¿El pensamiento no necesita hoy otro tipo de fundamentos?
Se desearía al menos que esta situación propiciara una reconsideración a fondo de los escritos de Heidegger. Ahora bien, para que se haga la luz sobre sus intenciones profundas y sobre su implicación en el nazismo, resulta indispensable que todos los investigadores tengan acceso al conjunto de los archivos de los intelectuales más comprometidos con el hitlérisme, para comenzar por los archivos Heidegger de Marbach y los archivos Baeumler de Munich. Se sabe, en efecto, por una carta a Elfride, que Baeumler continua manteniendo intercambio epistolar con Heidegger en 1943, el mismo año en el cual aparece su elogio de Alfred Rosenberg. Sin embargo, la carta a Baeumler no se hace pública. El Presidente de la República Francesa ha mostrado el ejemplo desclasificando, en 1988, el expediente Heidegger conservado en los archivos del Quai d’Orsay. Esta es la razón por la cual lanzamos una llamada solemne a los responsables, tanto alemanes como europeos, para que el derecho a la verdad histórica y filosófica esté por fin garantizado y que, sesenta años después del final del régimen nazi, estos archivos estén abiertos a todos los investigadores.
Dr. Emmanuel Faye, maître de conférences en filosofía, université de Paris X-Nanterre. Ha publicado entre otros libros “Philososphie et perfection de l’homme. De la Renaissance à Descartes” (Vrin, 1998) y “Heidegger, l’introduction du nazismo dans la philosophie” (Albin Michel, 2005).
(Traducción: Nicolás González Varela
3. Precisiones y atenuantes; La defensa filosófica del pensamiento de Heidegger.
El desprecio por las posiciones políticas de Martin Heidegger no puede ser sino necesaria y está fuera de toda duda. Pero el intento de cubrir de fango nacionalsocialista Sein und Zeit (y con ello me refiero también al propio Heidegger en el tristemente famoso discurso del rectorado, y a otros pensadores, se llamen como se llamen), en un acto descaradamente revisionista y simplificador, y que por cierto oculta la sonrojante incapacidad de enfrentarse al texto en su ámbito originario, esto es, en su ámbito radicalmente filosófico, es igualmente deleznable. Heidegger ya había comprendido la Sexta Investigación Lógica de Husserl, crucial en Sein und Zeit, probablemente antes de 1915; la terminología ontológica que define el giro hermeneútico de su fenomenología comienza a estar formulada en 1922; la conferencia Der Begriff der Zeit (1924) es la primera avanzadilla de Sein und Zeit. La segunda, Prolegomena…, de 1925. Ese mismo año Hitler es encarcelado. Para cuando Mein Kampf tenga eco social, pienso, Sein und Zeit ya habrá sido redactada. De todas formas, las fechas carecen de interés cuando uno lee Sein und Zeit: la propia obra es el más poderoso argumento que rebate la supuesta orientación nazi de la ontología fundamental. Siempre que uno se acerque a ella con un mínimo de honradez intelectual, claro. No vale ver en el “ser-total” del Dasein, por ejemplo, una metáfora de la “Gran Alemania”. La ontología es totalizadora per se (desde Aristóteles), precisamente porque es ciencia de (todo) “lo que es”.
FILOSOFÍA Y ESCRITOS POLÍTICOS DE MARTIN HEIDEGGER Introducción Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Llamada a los estudiantes
Publicado en el Periódico de los estudiantes de Friburgo, el
viernes 3 de noviembre 1933.1
¡Estudiantes alemanes!
La revolución del nacionalsocialismo lleva a un trastorno completo de nuestra existencia como alemanes2.
Tenéis que acordaros, en lo que está aconteciendo, de ser y permanecer siendo siempre los que van adelante, los que siempre están preparados; los que siempre son tenaces y los que nunca cesan de crecer.
Vuestra voluntad de saber busca experimentar lo que es esencial, simple y grande.
Se les hace tarde para afrontar tanto lo que está sujeto a lo inmediato como a lo que compromete a largo plazo.
Sean afirmativos y verdaderos en lo que exigen.
Permanezcan lúcidos y firmes cuando rechacen.
No perviertan el saber que han obtenido en vana posesión personal. Guárdenlo como posesión primera del hombre que dirige en cada oficio popular del Estado Ya no pueden permanecer como simples “oyentes”. Háganse un deber de participar, por el saber y la acción en común, en la obra de lo que será en un futuro la Escuela Superior en donde se formará el espíritu alemán. Cada uno tiene que empezar por poner a prueba y justificar cada don natural y cada ventaja social. Esto se lleva a cabo gracias al poder con el que se compromete la lucha del pueblo entero a través de uno mismo.
Que día a día y hora a hora se consolide la fidelidad de la voluntad de obedecer. Que crezca sin cesar el valor de sacrificarse para salvar lo esencial y hacer brotar la fuerza más intima de nuestro pueblo en su Estado.
Que ni los dogmas, ni las “ideas”, sean las reglas de vuestro ser3.
El Fürher mismo, y sólo él, es la realidad alemana de hoy y del futuro, así como su ley. Aprendan profundamente que siempre cada cosa exige decisión y cada acto responsabilidad.
¡Heil Hitler!
Llamada a los alemanes.
Publicado en el Periódico de los estudiantes de Friburgo
el viernes 10 de noviembre de 19334.
¡Alemanes, alemanas!
El pueblo alemán ha sido llamado por el Führer para votar. Pero el Führer no solicita nada del pueblo. Él otorga, más bien, la posibilidad más directa de la decisión libre y suprema: ¿el pueblo entero quiere o no su propia existencia?5
Este voto no puede ser comparado con ninguno de los otros escrutinios que han tenido lugar hasta la fecha. La singularidad de este voto proviene de la simple grandeza de la decisión que se trata de tomar. Pero el carácter inexorable de lo simple y último no permite ni que oscilemos, ni que titubeemos. Esta decisión última lleva lejos, e incluso pone en juego nuestro pueblo en la frontera misma de su existencia, que es la de preservar y salvaguardar su propio ser. Por ahí se erige una barrera entre lo que puede ser exigido al pueblo y lo que no. En el nombre de esta ley fundamental del honor, el pueblo salvaguarda la dignidad y la determinación de su ser.
No es la ambición, la pasión de la gloria, la voluntad ciega por querer singularizarse, no el apetito de poder, sino únicamente la voluntad lúcida de ser uno mismo sin restricción en la carga de su responsabilidad y el dominio del destino de nuestro pueblo, lo que ha incitado al Führer a salir de la “Sociedad de las Naciones”.
Eso no significa darle la espalda a la comunidad de los pueblos. Al contrario, nuestro pueblo, a través de este paso, se coloca bajo la autoridad de esta ley esencial para toda existencia humana, a la cual todo pueblo debe primero obediencia si quiere seguir siendo un pueblo6.
Es a partir de esta obediencia, idénticamente orientada hacia la exigencia absoluta de asumir sus responsabilidades, como surge únicamente la posibilidad de tomarse mutuamente en serio, a fin, precisamente por eso, de declararse a favor de una comunidad.
Querer una verdadera comunidad de los pueblos, es algo que se distingue tanto de una fraternización universal inconsistente, y que no compromete a nada, como de una ciega dominación tiránica. Esta voluntad obra por encima de esta oposición. Engendra la apertura y la valentía, en el seno de las cuales, pueblos y Estados pueden sostenerse tanto respecto de sí mismos como los unos de los otros.
La elección que el pueblo alemán debe ahora hacer, sólo como acontecimiento, -e independientemente del resultado- es ya lo que confirma aún más fuertemente la nueva realidad alemana, la del socialismo nacional y su Estado.
Nuestra voluntad de ser popularmente responsables de nosotros mismos, esta voluntad quiere que cada pueblo encuentre y salvaguarde la grandeza y la verdad de su destino. Esta voluntad es la garantía suprema de la seguridad de los pueblos; pues ella misma se une con la ley fundamental del respeto de hombre a hombre y del honor sin condiciones.
El 12 de noviembre, el pueblo alemán entero va a escoger su futuro. Este futuro está ligado al Führer. El pueblo no puede elegir el futuro únicamente sobre la base de lo que se llama consideraciones de política exterior, deposite en la urna una papeleta inscrita con un “sí”, sin incluir en este “sí” al Führer y al movimiento que son uno solo, incondicionalmente con él. No está de un lado la política exterior y del otro la política interna. Hay una única voluntad, la que quiere la existencia plena y total del Estado.
Esta voluntad, llegó con el Führer al despertar a su pueblo entero, y es la que él ha fundido en una única decisión.
¡Nadie puede abstenerse el día en el que se debe declarar esta voluntad!
Discurso pronunciado en Leipzig.
Sábado 11 de noviembre 19337.
¡Profesores alemanes y camaradas!
¡Compatriotas alemanes y alemanas!
Al pueblo alemán lo llama el Führer para votar: pero el Führer no solicita nada del pueblo, da más bien al pueblo la posibilidad la más directa de la decisión libre y suprema: ¿el pueblo entero quiere su propia existencia, si o no?
El pueblo va a elegir mañana nada menos que su porvenir.
Este voto no puede ser comparado en nada con otros escrutinios que se han llevado a cabo hasta la fecha. La singularidad de este voto se debe a la grandeza de la decisión que se trata de tomar. Pero el carácter inexorable de lo simple y de lo definitivo no acepta que se vacile. Esta decisión definitiva va muy lejos, hasta el punto de poner a nuestro pueblo en el límite (Grenze) mismo de su propia existencia. ¿Y en qué consiste este límite? Consiste en la exigencia primera de todo ser (Seins), la de guardar y salvaguardar su propia esencia (sein eigenes Wesen). Por eso mismo se erige un límite ente lo que sí puede ser requerido de un pueblo y lo que no. En el nombre de esta ley fundamental del honor, el pueblo salvaguarda la dignidad y la determinación de su manera de vivir. La voluntad de responsabilizase, sin embargo, no es solamente la ley fundamental de la existencia de nuestro pueblo; es, a la vez, el acontecimiento fundamental en el cual toma toda su realidad el Estado del nacionalsocialismo. Esta voluntad de responsabilizarse conlleva que el trabajo destinado a cada categoría social, arriba o debajo de la escala, accede con una necesidad igual al lugar y al rango (Rang) que es el suyo. El trabajo de las diversas categorías sociales lleva y reafirma la estructura en la cual vive el Estado; por el trabajo, el pueblo reconquista su autoctonismo atrasado (seine Bodenständigkeit zurück8); el trabajo transforma este Estado, como realidad del pueblo, en el seno del campo de acción de todos los poderes esenciales del ser de los hombres.
No es la ambición, la pasión de la gloria, la voluntad ciega por querer singularizarse, no el apetito de poder, sino únicamente la voluntad lúcida de ser uno mismo con absoluta responsabilidad en la toma en cuenta y en el dominio del destino de nuestro pueblo, que ha incitado al Führer a salir de la “Sociedad de las Naciones”9. Eso no significa darle la espalda a la comunidad de los pueblos. Al contrario, nuestro pueblo, gracias a este paso, se coloca bajo la autoridad de esta ley esencial para toda existencia humana, a la cual todo pueblo debe primero obediencia si quiere seguir siendo un pueblo10.
Es a partir de esta obediencia, idénticamente orientada hacia la exigencia absoluta de asumir sus propias responsabilidades, como únicamente surge la posibilidad de tomarse recíprocamente en serio con el fin, por eso mismo, de declararse a favor de una comunidad. Desear una verdadera comunidad de los pueblos es algo que se distingue tanto de una fraternización universal inconsistente, y que no compromete a nada, como de una ciega dominación tiránica. Esta voluntad obra por encima de esta oposición. Engendra la apertura y la valentía, en el seno de las cuales, pueblos y Estados pueden sostenerse tanto por sí mismos como los unos respecto de los otros.
¿Qué ocurre, entonces, con tal querer? ¿Será volver a la barbarie? ¡No! ¡Es darle la espalda a la práctica de las negociaciones vacías y de los asuntos de sobornos, recurriendo a la única y gran exigencia de actuar con toda responsabilidad! ¿Conllevará eso desencadenar la ausencia de leyes? ¡No! Es profesar lúcidamente la inviolable independencia de todo pueblo. ¿Es renegar del espíritu de creación de un pueblo de tradición espiritual y hacer pedazos su herencia histórica? ¡No! Es la ruptura que marca la nueva marcha de una juventud que ha conocido un barniz de ilustración y reencuentra ahora las raíces de donde ella va a sacar su crecimiento. Aspirando al Estado, la voluntad de esta juventud va a volver a este pueblo duro para él mismo y lleno de consideraciones respecto a toda obra de buena ley.
¿De qué tipo de acontecimientos se trata entonces? El pueblo recupera la verdad de su voluntad de existir (Daseinwillens); porque “verdad” no es otra cosa que la plena manifestación (Offenbankeit) de lo que devuelve a un pueblo seguro, claro y fuerte en su acción y su saber. De una tal verdad surge la auténtica voluntad de saber. Y esta voluntad de saber (Wissenwollenn) limita a lo que puede saberse (Wissensanspruch)11. Es de ahí, finalmente, como son medidos los límites desde los que un verdadero cuestionamiento (Fragen) y una verdadera investigación (Forschen) deben establecer sus bases y hacer sus pruebas. Para nosotros, es a partir de ahí por lo que la ciencia tiene su origen (Ursprung). Está ligada y se trae de nuevo a la necesidad de una existencia nacional étnica (völkischen Daseins) responsable de sí misma. Por poco que haya pasado por esta necesidad, la ciencia es entonces la pasión pedagógica de querer saber para volver sabio. Pero sabio, para nosotros, significa: ser dueños de las cosas con toda lucidez y estar dispuestos para actuar.
Nosotros nos hemos liberado de la idolatría de un pensamiento sin suelo ni fuerzas. Nosotros vemos el final de la filosofía que se puso a su servicio12. Nosotros aquí estamos seguros de esto: la lucidez tajante, la seguridad experta de las obras de pensamiento elemental, sin ninguna complacencia respecto de la búsqueda de la esencia del ser que está a punto de regresar. El valor original en el debate con el ser, o bien crece a su contacto o bien se rompe; este valor es el motivo más intimo del cuestionamiento propio de una ciencia nacional étnica.13 Pues el valor invita a ir siempre hacia delante, rompe con lo que ha tenido curso hasta ahora, arriesga lo inhabitual y lo imprevisible. Preguntar, para nosotros, no es el juego gratuito de la curiosidad. No es tampoco la terquedad obstinada en la duda a cualquier precio. Preguntar significa para nosotros: exponerse a la sublimidad de las cosas y de sus leyes; significa para nosotros: no cerrarse al pavor del sobresalto frente a lo indomable, ni al desasosiego que nos embarga ante la oscuridad. Es para poder cuestionar así por lo que preguntamos; y no estamos al servicio de los que ya terminaron por cansarse, ni de los necesitados de necesidad apacible junto a sus respuestas confortables. Nosotros lo sabemos: el valor de caminar con nuestras preguntas al borde de los abismos de la existencia, el no ceder jamás al vértigo de los abismos de la existencia (Abgründe des Daseins), este valor ya es en sí una respuesta más importante que cualquier información aportada por sistemas conceptuales artificialmente construidos.
Y así nosotros declaramos (bekennen14), nosotros a quienes debe ser confiada en el futuro la protección de la voluntad de saber de nuestro pueblo, declaramos: la revolución del nacionalsocialismo no es simplemente la puesta en marcha por otro partido de un poder ya existente en el Estado, partido que habría crecido para este fin. Al contrario, esta revolución conduce al trastorno completo de nuestra existencia de Alemanes. En lo sucesivo cada cosa exige decisión, y cada acto responsabilidad. Nosotros estamos seguros de que la voluntad de ser responsables de sí llega a ser la ley de la coexistencia de los pueblos, y que cada pueblo podrá y cada pueblo deberá necesariamente ser capaz de enseñar a todos los demás la riqueza y la fuerza de las grandes acciones y las grandes obras del ser de los hombres.
La elección que el pueblo alemán tiene ahora que hacer, ya por el solo hecho de ser un acontecimiento -y por completo independiente del resultado- es lo que ya atestigua más fuertemente la nueva realidad alemana del Estado nacionalsocialista. Nuestra voluntad de ser nacionalistas étnicamente15 responsables de nosotros mismos, esta voluntad quiere que cada pueblo encuentre y salvaguarde la grandeza y la verdad de su destino. Esta voluntad es la suprema garantía de la paz entre los pueblos, porque ella misma se une a la ley fundamental del respeto de hombre a hombre y del honor sin condiciones. El Führer ha llevado a esta voluntad a su pleno despertar en el pueblo entero; es ella a quien él ha fundido en una sola decisión. Nadie puede abstenerse el día en que deba declararse esta voluntad.
¡Viva Hitler!16
1 GA, 16, 184.
2 “Die nationalsozialistiche Revolution bringt die Völlige Unwälzung unseres deustchen Daseins”.
3 “Nicht Lehrsätze und >>Ideen<<>
Der Führer sebst und allein ist die heutige und künftige deustcge Wirlichkeit und ihr Gesetz. Lernet immer tiefer zu wissen: Von nun an fordert jedwedes Ding Entscheidung und alles Tun Verantwortung”. Oc, 16, 188.
4 GA, 16, 188-189.
5 “Das deustche Volk ist vom Führer zur Wahlgerufen. Der Führer aber erbittet nichts vom Volk. Er gibt vielmehr dem Volk die unmittelbare Möglickkeit der höhsten freien Entschneidung: ob es -das ganze Volk- sein eigenes Dasein will oder ob es dieses nicht will. Oc, 188.
6 Esta idea será ampliamente desarrollada en otro escrito: Para entenderse en comunidad acerca del fundamento
7 GA, 16, 190-193.
8 GA, 16, 190.
9 >>Liga der Nationen<<. Oc, 191.
10 Das ist nicht Abkher von der Gemeinschaft der Völker, im Gegenteil: Unser Volk stellt sich mit diesem Schritt unter jenes Wesengsgesetz menschlichen Seins, dem jedes Volk zuvörderst Gefolgschaft leisten muB, will es noch ein Volk sein.” Oc, 191.
La ley esencial para la existencia humana -como ya puede verse en Ser y tiempo, parágrafos 72 a 77- es la misma unidad y cuidado (Sorge) de la comunidad que hace ser auténticamente singular a un pueblo. De la forma del “diálogo” entre un pueblo y otro, entre una verdadera comunidad y otra, da detenida cuenta el escrito Para entenderse en comunidad acerca del fundamento. Un posible diálogo entre Francia y Alemania. Véase más adelante, p. 50 ss. Pero lo que ahí se trasluce (y desarrolla a lo largo de todos estos escritos) es la conjunción ontológico-existencial y política entre el nacionalismo étnico (völkisch) y la “vuelta atrás” en busca de lo “autóctono”. Por lo que la “ley esencial” de la existencia de un pueblo está, para Heidegger, en el cuidado de la tierra y el cuidado de la raza. Tal y como se corresponde con la Autoafirmación de la Universidad alemana: “Y el mundo espiritual de un pueblo no es una superestructura cultural como tampoco un arsenal de conocimientos y valores <>, sino que es el poder que más profundamente conserva las fuerzas de su raza y de su tierra, y que, como tal, más íntimamente excita y más ampliamente conmueve su existencia” (GA, 16, 112; traducción de Ramón Rodríguez. Tecnos, Madrid, 1989, p. 12-13).
11 Oc, 191.
12 Wir haben uns losgesagt von der Vergöntzung eines boden- und machtlosen Denkens. Wir sehen das Ende der ihm dienstbaren Philosophie”. Oc, 192.
13 Der ursprüngliche Mut, in der Auseinandersetzung mit dem Seienende an diesem entweder zu wachsen oder zu zerbrechennen, ist der innerste Beweggrund des Fragens einer völkischen Wissenschaft. Oc, 192.
14 Se trataba de una declaración pública.
15 Unser Wille zur völkischen Selbtverantwortung will, (…). Oc, 193. Es difícil la traducción; pero no se trata simplemente de una voluntad nacional, sino de su esencia étnica o völkisch.
16 Casi un mes después, Heidegger se dirige como Rector al Decano en carta fechada el 13 de diciembre de 1933. Consta en el registro oficial con el número 12333. Esta carta está estrechamente relacionada con la conferencia de Leipzig y en este sentido: Heideger pide la ayuda económica del Decano -10000 RM-para una suscripción con la finalidad de llevar a cabo la publicación de la profesión de fe de los profesores al nacionalsocialismo; libro que recogería, como así fue, las diversas colaboraciones de los citados profesores en torno a la “manifestación de la ciencia alemana”. En esta carta-petición Heidegger se refiere al futuro documento con el término Denkschrift (GA, 16, 216). Solicita, a su vez, que el dinero sea mandado a una cuenta del Stadtbankkonto de Dresde, 69517, perteneciente a las siglas >>NSLB-Sachsen, Schriften<<, es decir, Liga de profesores nacionalsocialistas de Dresde. La carta tiene una coda interesantísima que dice así: “Es bedarf Keines besonderen Hinweises, daB Nichtarier auf dem Unterschrifftenblatt nicht erscheinen solle.” (GA, 16, 217). En la manifestación de la ciencia alemana no caben los “no arios”. Por eso creemos que la traducción “nacionalista étnico” dado a la palabra nazi völkisch es la correcta.
Martin Heidegger
Alocución a los trabajadores
Lunes 22 de enero 19341
¡Compatriotas alemanes! ¡Trabajadores alemanes!
Como Rector de la Universidad, les deseo una bienvenida cordial en esta casa de estudios. Que esta bienvenida sea, desde ahora, el principio de un trabajo en común. Comenzamos enfrentándonos a lo que tiene de inaudito el hecho de que ustedes, trabajadores del programa de emergencia de la ciudad de Friburgo, se hayan reunido con nosotros en el más grande anfiteatro de la Universidad.
¿Que significa esto?
Por amplias medidas, de un género nuevo, para crear trabajo la ciudad de Friburgo les ha permitido recobrar el trabajo y el pan. Se benefician de este modo de una situación ventajosa respecto de los desempleados de la ciudad. Pero esta ventaja conlleva, a la vez, una obligación. Su deber es concebir esta creación de trabajo, y tomar en cuenta el trabajo que se les ha dado, tal y como lo pide el Führer de nuestro nuevo Estado (wie das der Führer unseres neuen Staates verlangt). Crear trabajo, en efecto, no es solamente suprimir una situación emergente externa, no es solamente alejar una falta interna de valor, incluso de esperanza. Crear trabajo no es únicamente apartar lo que oprime -es, a la vez y propiamente hablando, ser constructivo, y levantar el nuevo futuro de nuestro pueblo.
La creación de trabajo tiene primero que otorgar a los compatriotas sin trabajo y sin ingresos la capacidad de existir2 en el seno del Estado y a la vista de él, y por eso mismo, a la vista del pueblo entero. El compatriota que encontró trabajo debe hacer la experiencia de que no está marginado, darse cuenta que tiene su lugar dentro del ordenamiento global del pueblo y entender que todo servicio, así como todo trabajo otorgado, tiene un valor que le es cada vez propio, no solamente intercambiable conmutativamente por otros trabajos o servicios. A partir de esta experiencia, no dejará, ante si mismo, de recobrar la justa dignidad y el justo equilibrio y, ante los otros compatriotas, recobrar su seguridad así como toda su determinación.
He aquí la meta: hacerse fuerte para existir enteramente como compatriota en el seno de la comunidad del pueblo alemán.
Pero para eso, es necesario:
saber qué lugar ocupa uno como miembro de este pueblo,
saber cómo este pueblo se articula y, dentro de esta articulación,
cómo se renueva,
saber lo que le pasa al pueblo alemán en este Estado del nacional-
socialismo,
saber en qué dura lucha esta nueva realidad fue conquistada y
engendrada,
saber a dónde ha conducido al ser humano la urbanización en
Alemania , y cómo él debe ser llevado de nuevo a habitar la tierra del
campo,
saber lo que implica el hecho de que 18 millones de alemanes
pertenezcan a este pueblo, pero no al Reich porque viven fuera de
Cada trabajador, en nuestro pueblo, debe saber por qué y para qué está ahí donde se mantiene. Es solamente gracias a este saber vivo y siempre presente por lo que su vida va a poder enraizarse en el todo que forma este pueblo, y dentro del destino de este pueblo. Por eso es tan importante dar este saber a los desempleados como el de darles un trabajo. Es su derecho y, también, su deber, exigir este saber así como hacer lo necesario para adquirirlo5.
Por lo tanto, he aquí que tenemos jóvenes camaradas de la Universidad que se muestran preparados para procurarles este saber. Heles aquí resueltos a proporcionarles ayuda, a fin de que este saber, en ustedes, se avive, se despliegue, se afirme -para ya no torcerse jamás. Están preparados no en tanto “habiendo hecho estudios” y viniendo de la clase de la “gente bien” –sino en tanto compatriotas que han tomado conciencia de su deber.
Están preparados no como “gente culta” frente a un estrato, llamémosle, inclusive, un “estrato inferior” de personas incultas -sino como camaradas. Están preparados para escuchar sus preguntas, sus necesidades, sus dificultades y sus dudas, para examinarlos junto con ustedes y, en un trabajo en común, a llevarlas a clarificarse, esclarecerse y concretarse en una solución. ¿Qué significa, entonces, el hecho de que ustedes estén aquí reunidos con nosotros en este anfiteatro de la Universidad?
Este hecho viene a ser la señal de que una voluntad nueva, una voluntad común esta ahí, esta voluntad es la de crear un puente viviente entre el trabajador manual y el trabajador intelectual. La voluntad de tender hoy día este puente ya no es una intención condenada al fracaso. ¿Por qué? Porque, gracias al Estado del nacionalsocialismo, nuestra realidad alemana se ha convertido en otra: por lo que, y en consecuencia, todas las representaciones y todos los pensamientos que han sido concebidos hasta hoy también deben ser diferentes.
Lo que atribuíamos hasta hoy a las palabras “saber” y “ciencia” tienen otro significado.
Lo que pensábamos con las palabras “trabajador” y “trabajo” toman otro significado.
“Ciencia” no es lo que distrae a una clase privilegiada, la de los burgueses, los cuales, inclusive, abusarían de esta posesión para utilizarla como medio de lucha para la explotación del pueblo trabajador. Al contrario, la ciencia no es otra cosa que el modo más riguroso, más responsable, de este saber que el pueblo alemán entero debe exigir y encontrar para existir en sentido propio en la historia y como Estado, si es que este pueblo quiere todavía salvaguardar su duración y su grandeza y, en el futuro, defenderlas. El saber de una ciencia de buena ley no se distingue en absoluto en su esencia del saber de los campesinos, del leñador, del albañil, del minero, del obrero. Porque saber significa: no estar perdido en el mundo en el que nos encontramos todos, tan bien en común como cada uno individualmente.
Saber, significa: en el momento crítico de la decisión y en la manera de proceder, estar a la altura de la tarea que a cada uno nos es consignada. Verdadera tarea que puede ser tanto arar un campo, derribar un árbol, cavar una zanja, interrogar a la naturaleza en cuanto a sus leyes como hacer resurgir la historia en su poder como destino.
Saber significa: ser amos de la situación en la que estamos situados.
Lo que es decisivo respecto al saber no es tanto la variedad y la cantidad de lo que sabemos, sino exclusivamente esto: ¿está el saber a la altura y ha sido sacado del origen? ¿Está orientado por nuestra esfera de existencia? Y nosotros mismos, en lo que hacemos y en nuestro comportamiento, ¿nos hacemos custodios de lo que sabemos? Nosotros no hacemos la diferencia entre “gente culta” y “gente inculta”. Y esto se debe no a que nosotros ya no hagamos diferencias, sino a que nuestra apreciación ya no se basa en esta diferencia. La diferencia, al contrario, la hacemos entre saber de buena ley y apariencia de saber. El campesino y el obrero, cada uno a su manera y en su dominio, poseen un saber de buena ley, así como el sabio en su propio campo. Y, por otro lado, el sabio, a pesar de toda su erudición, puede moverse sólo en una apariencia de saber.
Si se trata para ustedes de llegar a ser aquí personas que saben, esto no significa que se les va a servir restos y migajas de una vaga “cultura general”, una limosna, en cierto sentido, a título de reparación. En vosotros debe, más bien, despertarse el saber en virtud del cual podéis ser, cada uno en su categoría social y en su esfera de trabajo, clara y resolutivamente hombres alemanes.
Saber y posesión del saber, en el sentido en que el nacionalsocialismo entiende estas palabras, no separa en clases, sino que une a los compatriotas y funde las categorías sociales en la gran voluntad única del Estado.
De la misma manera que las palabras “saber” y “ciencia”, las palabras “trabajador” y “trabajo” han visto transformado su significado y suenan a nuevo. El “trabajador” no es, como lo requería el marxismo, el puro y simple objeto de la explotación. La categoría de los trabajadores no forma la clase de desheredados, quienes se comprometen en una lucha de clases generalizada. Ahora bien, el trabajo no es tampoco únicamente la producción de bienes intercambiables con otro. El trabajo no es solamente la ocasión y el medio de ganar un salario..
Lejos de ahí:
“Trabajo” es, para nosotros, el nombre que se da a toda manera silenciosa de hacer y de emprender que comporta una regla y donde se encuentra comprometida la responsabilidad del individuo, del grupo y del Estado -de tal modo que está al servicio del pueblo.
Trabajo no hay más que aquí -pero hay trabajo en todas partes- en donde la libre fuerza de decisión y el libre aguante del hombre se ponen en juego para que unas voluntades acaben imponiéndose y una tarea se cumpla. He ahí por qué todo trabajo, en tanto que trabajo, es bueno; algo que revela el pensamiento porque [el trabajo] descansa sobre el libre reino de un conocimiento que sabe de qué se trata, y sobre un entendimiento en buena y debida regla de lo que la tarea, fundado sobre un verdadero saber, requiere. El trabajo proporcionado por un peón no revela, en el fondo, menos inspiración que la que necesita un sabio.
Trabajador y trabajo, en el sentido que el nacional-socialismo entiende estas dos palabras, no separa en clases; al contrario, une y relaciona a los compatriotas y las categorías sociales dentro de la única gran voluntad del Estado.
“Los trabajadores” y “los que conocen de manera sabia” no son polos antagónicos. Cada trabajador es, a su manera, alguien que sabe. Y es, solamente, en tanto que sabe por lo que él está en estado de trabajar. El animal no conoce la prerrogativa de trabajar; al contrario: todo ser emprende algo a sabiendas, todo ser que toma decisiones en función de una ciencia es un trabajador.
Es por eso que, en vosotros como en nosotros, la voluntad de tender un puente viviente ya no puede quedarse en un deseo vacío y sin perspectivas de realización. Esta voluntad de perfeccionar la creación de trabajo por una equitativa creación de saber, esta voluntad debe ser para nosotros una certidumbre del todo íntima y una fe que nada en lo absoluto debilite. Porque en lo que esta voluntad quiere, no hacemos más que obedecer a la voluntad eminente de nuestros Guías (Führers). Formar parte de los que le consagran obediencia, ¿acaso no significa: querer inquebrantablemente y en cada instante que el pueblo alemán, como pueblo del trabajo, vuelva a encontrar su unidad concreta, su simple dignidad, su fuerza original, y que como Estado del trabajo se asegure su duración y su grandeza?
Para el hombre de esta voluntad extraordinaria, para nuestro Führer Adolf Hitler, un triple <<Sieg-Heil!>>.
1 GA, 16, 232-237.
2 daseinsfähig; oc, 232.
VER:
HEIDEGGER; ESCRITOS POLÍTICOS
EL DESPRECIO DE LAS MASAS, DE PETER SLOTERDIJK
LA POLÍTICA COMO ARTE; ‘BELLEZA’ CONVULSIVA Y PROYECTO NACIONALSOCIALISTA
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
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